A Day In The Life Of John Hibbert / Un día en la vida de….

I suppose, given my lack of output I should lower my sights a little and just tell you something about a typical day on the Phillips Hill ward – the rehab ward of the national spinal injuries unit here in Glasgow where I have spent the last few months.

 

On most days the day begins with breakfast at 8 AM followed by a wash in bed. I have opted out of the hospital offering of cereal and cold toast in favour of muesli, yoghurt and a banana. On Tuesdays and Saturdays there is an additional option of a 6 am shower (on a trolley) from the nursing staff which includes both huge hairy Glaswegians who wouldn’t look out of place in the shipyards and quite attractive young women. In my dopey 6 AM state, I have made the mistake of accepting this offer. It’s still more than an hour before the day shift begins (most of the nurses here work 12 ½ hour shifts). So, on the next icy Tuesday morning, think of me, naked on a hospital trolley at dawn. Of course, a high level spinal injury means I don’t feel very much at all. Four times a day, for ventilated patients only, a Cough-Assistmachine is used to inflate and hoover my lungs together with a suction tube. This can range from a short exercise taking a few minutes to a more ‘productive ‘expedition recovering gobs of mucus from my chest with the determination of Captain Ahab hunting the whale Moby Dick. Most of the morning ends up dedicated to the bowels, washing and dressing, stretching, hunting down odd pieces of clothing and attending physiotherapy. Doctors make their rounds twice each week, floating around the wards with a large group of junior doctors (more on this later). Physio can require Iying on a specially designed tilting table to gradually crank up the angle of the table. This is good for the body (especially bowels) and helps straighten my bent spine. I’ve been lying down for the past five months so anything beyond 45° is likely to render me unconscious within a few minutes. Hospital food deserves a completely separate blog post so here I’ll say no more than it is fairly heavy going. Some part of the day will normally involve visitors and a visit to Horatio’s Garden. This is an extraordinary project to build gardens around the U.K.’s spinal injury units. Again, it’s worth a separate post. A few hours of every day might be given up to drugs. To manage the spasms that I experience I take a drug cocktail whose main side effect is periods of drowsiness and weird sleep. At worst, I am conscious but also dreaming weird additions to my real world experience. It’s quite possible for me to fall asleep midsentence. I am trying to find the “sweet spot” which allows me to be fully conscious for most of the day but it seems this still means experiencing spasms which I am confident will create much laughter among my friends. We eat an early dinner at 5 PM. I usually head for my bed after this. (New skills for 2019 include eating flat on my back and using my laptop at an angle of 90°). It’s quite a long evening which can be filled by visitors, laptop, a snooze or streaming video. Final chest therapy and drugs is around 10 or 11 p.m. At night, I am turned in the bed every 6 hours to protect my skin, and every four hours nurses take temperature and blood pressure readings. Occasionally, I have been woken up by what I think is a child – in fact a junior doctor – to take blood, if my blood pressure or temperature is misbehaving badly. If I can’t sleep I have Alexa to keep me company with the radio or an audio book. I do have a reputation for talking gibberish at night which I suspect is a side effect of the drugs.

 

You might not believe it, but there is a lot of comedy in my situation which I will try to describe in my future posts.
#Mallorca312 #SpinalInjury #Cycling
 Un día en la vida de John Hibbert

Supongo que, visto la escasa producción de entradas del blog, debería bajar un poco la mirada y contarles algo sobre un día típico en el pabellón de rehabilitación del hospital Phillips Hill, centro nacional de lesiones de la columna vertebral aquí en Glasgow, donde he pasado los últimos meses.
La mayor parte de las veces, los días empiezan con el desayuno a las 8 de la mañana al que siguen las prácticas de higiene personal directamente en la cama. Para el desayuno, el hospital ofrece cereales y pan tostado frío aunque yo prefiero comer muesli, yogur y banana. Los martes y sábados hay una opción adicional: una ducha a las 6 de la mañana (sobre un carrito) ayudados por el personal de enfermería, formado tanto por hombres de Glasgow, enormes y pilosos, que no desfigurarían como operarios en los astilleros, y chicas jóvenes y atractivas. En mi estado comatoso de las 6 de la mañana, cometí el error de aceptar esta oferta. En este horario, todavía falta más de una hora para el cambio de turno (la mayoría de las enfermeras aquí hace turnos de 12 horas y media). Así que, el próximo y frío martes por la mañana, al amanecer, piensen en mí, desnudo, apoyado sobre un carrito del hospital. Por supuesto, una lesión en la columna vertebral de alto nivel hace que no pueda sentir mucho.
Cuatro veces por día, sólo para los pacientes ventilados, se utiliza una máquina especial que actúa como asistente mecánico para la tos que, mediante un tubo de aspiración, infla y aspira las secreciones de los pulmones. El tiempo de intervención puede variar desde un ejercicio breve que dura unos minutos hasta una expedición más «productiva» que recupera mucho moco de mi pecho con la determinación que demuestra el Capitán Ahab durante la actividad de caza de la ballena Moby Dick. La mayor parte de la mañana está dedicada a la evacuación intestinal, a la higiene personal, a vestirse, a hacer ejercicios de estiramiento, a encontrar la ropa desapareada y a participar en las sesiones de fisioterapia.

Los médicos pasan a visitarnos dos veces por semana, ondeando por los pabellones con un gran grupo de médicos principiantes en torno (más adelante contaré algo más sobre este tema). La fisioterapia puede hacerse acostándose sobre una mesa inclinable especialmente diseñada para aumentar gradualmente el ángulo de inclinación. Esto es positivo para el cuerpo (especialmente para el intestino) y ayuda a enderezar mi columna vertebral doblada. He estado acostado durante los últimos cinco meses, así que cualquier cosa más allá de los 45° puede dejarme inconsciente en pocos minutos. La comida de hospital merece la escritura de una entrada separada en el blog, así que por ahora no me explayaré sobre este tema que no despierta mi entusiasmo. Por lo general, una parte de la jornada se dedica a las visitas y a pasear por el Jardín de Horacio. Este es un proyecto extraordinario cuyo objetivo es construir jardines alrededor de las unidades de lesiones espinales en el Reino Unido. Una vez más, vale la pena escribir una entrada dedicada exclusivamente a este argumento.

Algunas horas del días las pierdo debido a los efectos de los medicamentos. Para controlar los espasmos que se manifiestan tomo un cóctel de fármacos cuyos principales efectos colaterales son los momentos de somnolencia y sueño alterado. En el peor de los casos, estoy consciente, pero también sueño cosas extrañas que se conjugan con mi experiencia en el mundo real. Es posible que me quede dormido en el medio de una oración. Estoy tratando de encontrar la «dosis ideal» que me permita ser plenamente consciente durante la mayor parte del día, pero parece que esto todavía significa sufrir de los espasmos que estoy seguro crearán mucha hilaridad entre mis amigos. Cenamos temprano, a las 5 de la tarde. Normalmente me acuesto después de cenar. (Las nuevas habilidades para 2019 incluyen comer de espaldas y usar mi ordenador con un ángulo de 90°). Las tardes durante bastante y se pueden ocupar con las visitas, la escritura en el ordenador, una siesta o mirando un video en streaming. La terapia torácica y los últimos medicamentos del día llegan alrededor de las 10 o 11 de la noche.
Durante la noche, cada 6 horas me cambian de posición en la cama para proteger mi piel, y cada cuatro horas las enfermeras miden la temperatura y la presión arterial. De vez en cuando, me desperté con lo que creía era un niño –en realidad, era un joven médico practicante– que me sacaba sangre, cuando la presión arterial o la temperatura presentaban valores anómalos. Cuando no puedo dormir, Alexa me hace compañía con la radio o con un audiolibro. Tengo fama de hablar tonterías por la noche, y sospecho que es un efecto secundario de los medicamentos.
Podrían no creerlo, pero mi situación es más bien cómica e intentaré contarla en futuro.

 

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