Crash – Choque

It is possible to piece together what happened to me from correspondence with the race organisers, medical staff and cyclists who stopped to help. Of the day of the event – April 27 – I have no memories other than parking my car, shivering at the starting point with thousands of other cyclists and then dropping my warm jacket with my wife at a roundabout in Pollenca. I regained consciousness in the Intensive Care Unit (ICU) of a hospital in Palma over a week later with a shattered vertebra and a severed spinal cord.
The road between Alaro and Lloseta is around 135 kilometres (84 miles) into the 2019 Majorca 167 route. The gradient is generally downhill with the tough climbs and mountains behind the riders and a relatively flat run ahead to the finish. At the end of one of these downhill sections is a sharp left hand corner. It’s a corner that can clearly cause problems for cyclists riding too fast because it is very sharp with a sprinkling of gravel that cyclists hate so much. Having seen a photo of the corner, (courtesy of my brother), it looks much like corners I have ridden round a thousand times on the island without falling. I reckon I reached this corner in the early afternoon. I was riding with two other cyclists – we are a sociable bunch – but I have yet to find out their names. There are several possibilities for the cause of the crash. The most likely is that, despite all my experience, we were going too fast. This could be as a result of poor judgement or possibly poor communication within a larger group of riders. It is possible that another rider fell in front of us. Whatever the cause, the three of us fell. My guess is that my two companions were unhurt apart from a few cuts and bruises. However, they realised that I was more seriously injured as my lips had turned blue and I was losing consciousness. The general consensus is that I hit my head on a roadside crash barrier. They began CPR – Cardiopulmonary Resuscitation – since neither my heart nor my lungs were working. I was very unlucky to sustain an injury requiring CPR but very lucky that so many doctors were riding just behind me. Within a few minutes a consultant anaesthetist, Sarah, was directing the CPR. She was joined minutes later by Ian – a respiratory doctor – and his wife Fiona. Other people stopped to help with the CPR until a paramedic and ambulance arrived around 45 minutes later. Anyone who has done any CPR training will know that this was quite an effort. My two original riding companions left a brief description of the accident at the finish line with the event organisers but, as I mentioned above, I have not yet been able to find out their names, nor make any contact with Sarah. However, I have been able to make contact with the doctor who arrived with the ambulance. Julia and her team continued the resuscitation and ventilation, restarted my heart and stabilised my vital signs before completing a “long 50 minute journey” (Julia’s words) to hospital in Palma.
I only have names for a fraction of those who stopped and assisted. It would be good to hear from others. What I’ve written is partly guesswork and partly based on the correspondence I do have with Fiona and Julia and the event organiser.
#Mallorca312 #SpinalInjury #Cycling
 
Choque
 
Es posible reconstruir lo que me sucedió a partir de la correspondencia que mantuve con los organizadores de la carrera, el personal médico y los ciclistas que se detuvieron a ayudarme. Del día del evento –el 27 de abril– recuerdo solo el momento en que aparqué mi coche, la línea de largada, donde temblaba de frío junto con otros miles de ciclistas y cuando dejé mi abrigada chaqueta a mi mujer en una rotonda de Pollenca. Recuperé el conocimiento en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital de Palma más de una semana después, con una vértebra fracturada y la médula espinal lesionada.
La carretera entre Alaro y Lloseta está a la altura del kilómetro 135 (milla 84) del recorrido intermedio de 167 kilómetros de la carrera Mallorca 312 del 2019. El declive en este tramo es generalmente cuesta abajo, los ciclistas ya habíamos superado las salidas más difíciles y las montañas quedaban a nuestras espaldas; el trayecto que nos faltaba para llegar a la meta era relativamente plano. Al final de uno de estos tramos en bajada hay una curva brusca hacia la izquierda. Es una curva muy cerrada y puede causar problemas a los ciclistas que bajan pedaleando a gran velocidad porque es muy acentuada y está recubierta por una salpicada de grava que los ciclistas tanto odiamos.
Mi hermano, muy precavidamente, me había mostrado una foto de esta curva que se parecía mucho a otras curvas por las que había pasado miles de veces en la isla sin caerme nunca. Creo que llegué a esta curva a las primeras horas de la tarde. Estaba pedaleando junto con otros dos ciclistas –somos un grupo sociable– aún si todavía no conozco sus nombres. Son varias las posibilidades que podrían haber causado el accidente. Lo más probable es que, a pesar de toda mi experiencia, estuviésemos andando demasiado rápido. Esto podría ser el resultado de una falta de precaución o quizás de una mala comunicación entre el grupo más amplio de ciclistas. Es posible que otro ciclista se haya caído antes de que llegáramos nosotros.
Cualquiera que sea la causa, nos caímos los tres. Mis dos compañeros no se hirieron, sufrieron solo algunos cortes y moretones. Sin embargo, se dieron cuenta de que yo estaba herido mucho más gravemente porque mis labios se pusieron azules y me estaba desmayando. El parecer general es que me golpeé la cabeza contra una barrera de seguridad al borde de la carretera. Comenzaron a hacerme la RCP –la reanimación cardiopulmonar– ya que no funcionaban ni mi corazón ni mis pulmones. Tuve la mala suerte de sufrir una lesión que requería reanimación cardiopulmonar, pero tuve la suerte de que había muchos médicos que estaban corriendo detrás mío. A los pocos minutos llegó Sarah, una asistente anestesista, que empezó a dirigir las operaciones de la reanimación cardiopulmonar. A ella se unieron minutos más tarde Ian –un médico especialista de vías respiratorias– y su esposa Fiona. Otras personas se detuvieron para ayudar hasta que llegó la ambulancia con un paramédico después de unos 45 minutos. Todos los que han hecho un curso de RCP saben el esfuerzo enorme que demandan todas estas operaciones.
Los dos ciclistas que me acompañaban describieron brevemente el accidente a los organizadores del evento pero, como ya dije anteriormente, todavía no sé cómo se llaman, ni tampoco pude volverme a poner en contacto con Sarah. Sin embargo, he podido contactar con el médico que llegó con la ambulancia. Julia y su equipo continuaron la reanimación y la ventilación, hicieron que mi corazón volviera a latir y estabilizaron mis signos vitales antes de completar un «largo viaje de 50 minutos» (palabras de Julia) hasta el hospital de Palma.
Sólo recuerdo los nombres de algunas de las personas que se detuvieron y me ayudaron. Me gustaría conocer los nombres de los demás. Lo que he escrito, en parte es una conjetura y en parte se basa en la correspondencia que he tenido con Fiona, Julia y el organizador del evento.

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